lunes, 20 de enero de 2014

Posted by Sergio Vidal González | File under : , , , , ,
Salió corriendo sin mirar atrás. Asustado y exhausto siguió corriendo hasta el límite de sus fuerzas.
Cuando de pronto sin previo aviso sus fuerzas desaparecieron y su cuerpo tembloroso, al suelo se precipitó.
Asustado y desorientado por la caída se halló en el suelo, pero eso no le impidió que rápidamente mirara a sus alrededores por miedo a que allí hubiera algo persiguiéndole, para su sorpresa, allí no había absolutamente nada.

Allí siguió por un rato más, sin poder contener las lágrimas que el miedo había causado. Ya, algo más tranquilo y con sus fuerzas recuperadas, se dispuso a levantarse. Al levantarse del suelo frío, se dio cuenta de que era cierto que algo le seguía y que la terrible cosa que había visto antes era cierta. Pero no obstante, al mirar a un lado y a otro, lo único que pudo llegar a ver fue más y más oscuridad.



Aun al no haber visto nada, no se pensó salir corriendo de ese lugar tan extraño.

Unas calles más a delante, mientras que su cuerpo se tranquilizaba, se puso a recordar dicha criatura. Con unas garras afiladas en cada mano, y ocho patas que le salían de la espalda, con un cuerpo flácido sostenido por dichas patas, dicho cuerpo no tenía color, como si estuviera cubierto de la misma oscuridad.

Después de pasar un tiempo, noto como algo pasaba por encima de su cabeza con gran rapidez, posándose delante de él. Era la criatura descrita anteriormente. Todos sus rasgos eran como el ya vio.

La criatura no hizo ningún gesto, solo se quedó allí, inmóvil delante de él sin dejarle paso alguno. Sin previo aviso, soltó un chillido estremecedor, que nade en este mundo podría aguantar con los oídos desnudos. De repente el chillido ceso, la criatura muy lentamente le sonrió y de pronto noto en él un fuerte sentimiento de dolor. Había sido la criatura, con una velocidad impactante, llegó a herirlo sin que él se diera cuenta.

Una oscuridad absoluta invadió el lugar, no se veía nada. Cuando de pronto se despertó en su cálida cama. Con todavía el temor de una supuesta pesadilla, vio en ella como una masa negra y viscosa le invadía, a tal punto que llegó hasta él, metiéndose en sus vías respiratorias y produciéndole la muerte por asfixia.

© 2014 Sergio V. González. Todos los derechos reservados