Cogí la maleta y me propuse hacer un viaje a una tierra alejada de la mano de Dios. Era un viaje muy arriesgado, debía ir hacia un pueblo que se encontraba en el interior de un inmenso bosque por la zona de Rusia que daba hacia el mar de Ojotsk. Muy pocos habían ido ha ese bosque y muy pocos habían salido con vida.
Muchos decían que extrañas criaturas se encontraban en ese lugar, otros muchos hablaban de espíritus que asesinaban a todo el que entraba en el bosque y otros decían que hay una tribu en lo más profundo del bosque y que se alimentaban de las personas que se atrevían acceder a dicho bosque.
Yo en cambio no me preocupaba de todas esas historias, yo iba por un propósito y era investigar dichas desapariciones y resolver las dudas que acaparan hoy en día todos los medios de comunicación. Me contrataron para aclarecer toda esta historia.
Llegó el experado día, me propuse a coger un barco en el cual estaba algo destartalado y me hacía dudar si ese barco podría mantenerse a flote. Subí finalmente y en la cubierta me encontré al capitán, único tripulante y la persona que me acopañará este viaje.
Una vez subí al barco el capitán me miró detenidamente, de arriba a bajo, y con las mismas arrancó el motor y nos dirijimos hacía el lugar ya nombrado anteriormente.
Cuando me quise dar cuenta estabámos ya en las aproximidades de la costa del mar de Ojotsk. No tardemos mucho, lleguemos en un par de horas y en todo el viaje el capitán no se dirigió a mi en ningún momento.
Una vez que llegamos a la costa, dejemos el barco en la orilla, nos paremos unos segundos a ver que paisaje nos aguardaba en esta travesía. Era un paisaje oscuro, los árboles secos y rotos... Lo cual no me sorprendí mucho ya que esa zona tenía un ambiente muy frío y los árboles no podían aguantar tan bajas temperaturas.
Una vez observado el paisaje y el mapa, nos pusimos a entrar en dicho bosque, el cual no daba mucho miedo, era de día y se veia perfectamente la luz del sol, pero el frío era insoportable, las brisas de aire se hacía cada vez más y más frias.
En nuestro camino no encontremos ningún animal, ni nada con vida y nos pareció algo extraño.
De pronto, cuando llevabamos más de 3 horas andando, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, justo cuando se me pasó la brisa fría cesó el escalofrío, ya no hacía ni frío ni calor, fue muy extraño.
Mire al capitán y le dije: -¿Ya no hace frío o es cosa mía?
Lo que el capitán me respondió y fue la primera vez que lo escuché en todo lo que llevamos de viaje: -No, ya no hace frío. -Me contesto con una voz muy grave y seca.
Cuando al mirar el mapa me di cuenta de que estabamos cerca del dicho pueblo fantasma. Andemos unos pasos cuando detrás de unos árboles secos tirados en medio del bosque, empecemos a observar unas casas en ruinas.
Tanto el capitán como yo, no nos lo pensemos dos veces, nos fuimos directamente hacia aquellas ruinas, antes de llegar a las primeras ruinas que vimos, me percaté de que en mi derecha había un cartel en que supuse que ponía el nombre del pueblo, no conseguí ver nada, el cartel estaba oxidado y las letras a penas se veían.
Delante mia se encontraba la entrada del pueblo, una entrada un tanto extraña con un arco que salia del suelo hacia el cielo, un tanto viejo el arco, pero aun se sostenía en lo alto de la entrada.
Entre sin pensarmelo dos veces a lo más profundo del dicho pueblo, el capitán de barco me seguía de cerca, cuando un viento intenso empezó a salir del suelo hacia arriba con gran fuerza. Tal fue la fuerza que nos levanto en peso tanto al capitán como a mí.
Nos levantó a unos 20 metros del suelo, cuando de pronto paro y empecemos a caer con gran velocidad. Mientras caiamos, mire al capitán y me percaté en que unas lágrimas se le escapaban de sus diminutos ojos. Y al mirar hacia el suelo, vi como un agujero negro yacía en el centro del pueblo.
Nos dirigiamos directamente hacia él. No podiamos evitar el no caer en él. El miedo inevitable se apoderó de mí y al parecer, por los chillidos del capitán, también se apoderó de él.
Al caer en el interior del agujero negro, se hizo un silencio momentanio. A los segundos del silencio, salimos despedidos por otro agujero negro, que daba a una playa.
Al caer los dos al suelo y poder observar mejor aquella playa, nos dimos cuenta de que era la misma playa en que dejemos nuestro barco.
Ninguno de los dos supimos lo que había pasado en ese pueblo, no lleguemos a estar ni segundos. Lo que si esta claro, es que hay algo en ese pueblo que no quiere que nadie se acerque a él.
Muchos decían que extrañas criaturas se encontraban en ese lugar, otros muchos hablaban de espíritus que asesinaban a todo el que entraba en el bosque y otros decían que hay una tribu en lo más profundo del bosque y que se alimentaban de las personas que se atrevían acceder a dicho bosque.
Yo en cambio no me preocupaba de todas esas historias, yo iba por un propósito y era investigar dichas desapariciones y resolver las dudas que acaparan hoy en día todos los medios de comunicación. Me contrataron para aclarecer toda esta historia.
Llegó el experado día, me propuse a coger un barco en el cual estaba algo destartalado y me hacía dudar si ese barco podría mantenerse a flote. Subí finalmente y en la cubierta me encontré al capitán, único tripulante y la persona que me acopañará este viaje.
Una vez subí al barco el capitán me miró detenidamente, de arriba a bajo, y con las mismas arrancó el motor y nos dirijimos hacía el lugar ya nombrado anteriormente.
Cuando me quise dar cuenta estabámos ya en las aproximidades de la costa del mar de Ojotsk. No tardemos mucho, lleguemos en un par de horas y en todo el viaje el capitán no se dirigió a mi en ningún momento.
Una vez que llegamos a la costa, dejemos el barco en la orilla, nos paremos unos segundos a ver que paisaje nos aguardaba en esta travesía. Era un paisaje oscuro, los árboles secos y rotos... Lo cual no me sorprendí mucho ya que esa zona tenía un ambiente muy frío y los árboles no podían aguantar tan bajas temperaturas.
Una vez observado el paisaje y el mapa, nos pusimos a entrar en dicho bosque, el cual no daba mucho miedo, era de día y se veia perfectamente la luz del sol, pero el frío era insoportable, las brisas de aire se hacía cada vez más y más frias.
En nuestro camino no encontremos ningún animal, ni nada con vida y nos pareció algo extraño.
De pronto, cuando llevabamos más de 3 horas andando, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, justo cuando se me pasó la brisa fría cesó el escalofrío, ya no hacía ni frío ni calor, fue muy extraño.
Mire al capitán y le dije: -¿Ya no hace frío o es cosa mía?
Lo que el capitán me respondió y fue la primera vez que lo escuché en todo lo que llevamos de viaje: -No, ya no hace frío. -Me contesto con una voz muy grave y seca.
Cuando al mirar el mapa me di cuenta de que estabamos cerca del dicho pueblo fantasma. Andemos unos pasos cuando detrás de unos árboles secos tirados en medio del bosque, empecemos a observar unas casas en ruinas.
Tanto el capitán como yo, no nos lo pensemos dos veces, nos fuimos directamente hacia aquellas ruinas, antes de llegar a las primeras ruinas que vimos, me percaté de que en mi derecha había un cartel en que supuse que ponía el nombre del pueblo, no conseguí ver nada, el cartel estaba oxidado y las letras a penas se veían.
Delante mia se encontraba la entrada del pueblo, una entrada un tanto extraña con un arco que salia del suelo hacia el cielo, un tanto viejo el arco, pero aun se sostenía en lo alto de la entrada.
Entre sin pensarmelo dos veces a lo más profundo del dicho pueblo, el capitán de barco me seguía de cerca, cuando un viento intenso empezó a salir del suelo hacia arriba con gran fuerza. Tal fue la fuerza que nos levanto en peso tanto al capitán como a mí.
Nos levantó a unos 20 metros del suelo, cuando de pronto paro y empecemos a caer con gran velocidad. Mientras caiamos, mire al capitán y me percaté en que unas lágrimas se le escapaban de sus diminutos ojos. Y al mirar hacia el suelo, vi como un agujero negro yacía en el centro del pueblo.
Nos dirigiamos directamente hacia él. No podiamos evitar el no caer en él. El miedo inevitable se apoderó de mí y al parecer, por los chillidos del capitán, también se apoderó de él.
Al caer en el interior del agujero negro, se hizo un silencio momentanio. A los segundos del silencio, salimos despedidos por otro agujero negro, que daba a una playa.
Al caer los dos al suelo y poder observar mejor aquella playa, nos dimos cuenta de que era la misma playa en que dejemos nuestro barco.
Ninguno de los dos supimos lo que había pasado en ese pueblo, no lleguemos a estar ni segundos. Lo que si esta claro, es que hay algo en ese pueblo que no quiere que nadie se acerque a él.

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