viernes, 28 de abril de 2017

Posted by Sergio Vidal González | File under : , , ,



La luna estaba en lo más alto del cielo nocturno, lo único que se podía escuchar era el silbido de una brisa de verano.

Adam, que tenía solo 8 años de edad, se encontraba en ese preciso momento en su habitación, totalmente despierto.

Mientras que sus padres disfrutaban de un rato de paz en el salón de su casa, Adam seguía sin poder conciliar el sueño que tanto anhelaba. Ya que llevaba noches sin poder conciliar el sueño.

Él sabía que no podía disfrutar de sus horas de sueño, no porque tuviera pesadillas o sintiera miedo, era porque le llamaba la luz de la luna. En su interior podía escuchar como la luz, que se introducía en su interior de la habitación, pronunciaba su nombre perfectamente.

Por difícil que pareciera de creer, esto a Adam no le producía ningún miedo, es más, le producía interés por saber que quería de él.

Esa misma noche, Adam, que tenía unas ojeras que no podía ocultar de ninguna manera, se levantó de la cama, poniéndose delante de la ventana, la cual estaba abierta de par en par.

La luna se encontraba allí, como cada noche, delante de él.

Adam no apartaba la mirada ni por un instante. Y cada vez que la miraba más detenidamente, está era como si intercambiaran miradas.

Algo hacía que Adam quisiera ir hacia la luz de la luna, algo que le llamaba, que dijese que saltara desde la ventana y la cogiera al vuelo.

De pronto, Adam, sintió un susurro en su oído izquierdo que le dijo, - Nosotros te llevaremos a la verdadera felicidad. Somos los dioses de los sueños. Somos todo aquello que piensas en querer hacer antes de morirte. El mundo se está muriendo, ya no hay sueños, eres el único que hay los tiene y queremos concedértelos.

Después de que el susurro dijera todas esas palabras, hubo un silencio que parecía no tener fin. Adam no sabía qué hacer, pero su cuerpo parecía actuar solo y se fue a coger la mesilla de noche para acercarla a la ventana por la cual entraba la luz. Al subirse, golpeo uno de los cuadros que tenía, llegando a tirarlo al suelo.
Sus padres que estaban en el salón disfrutando de una película de comedia, escucharon el ruido y subieron a ver qué pasaba, ya que se pensaron que Adam estaría durmiendo a esas horas.

Cuando llegaron a la habitación de su hijo, no pudieron comprender que estaba ocurriendo. Adam estaba en el filo de la ventana y una especie de mano que provenía de la ventana lo estaba agarrando con mucha fuerza, tanta fuerza que Adam al volver en si empezó a llorar del dolor que le produjo la mano en su brazo.

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